La provocativa propuesta de Victor Quiroz en una
lectura-traducción de Trilce III a partir de un “movimiento” quechua sincrético
y transcultural
En los dieciocho minutos que
contienen la presentación de Victor Quiroz (que se ha introducido como un magister
en literatura peruana y latinoamericana por la Universidad Mayor de San Marcos)
en el IV Congreso Internacional Vallejo Siempre es posible hacer un largo e
interesante recurrido por las diversas capas simbólicas y transculturales (como
indica el propio Victor Quiroz) de la
obra de Vallejo a partir de dos “piedras centrales” que van a impulsar la
conformación de todo un terreno hecho de una rica y compleja elaboración de la
poética vallejiana, que como nos apunta Quiroz se hace no perdiendo de su
horizonte la lógica del sistema mundo incaico, que una y otra vez se
reordenaría por un aparente des-orden: el movimiento vital del pachakuti, que
también hace bailar la creación/invención poética de Vallejo.
Tras un análisis que relaciona
a los versos “dobladoras penas” y “Da las seis el ciego Santiago”, que componen
el poema III de Trilce a otros escenarios propuestos por Vallejo en otros
poemas suyos, además de una posible descodificación de los muchos planes
simbólicos-transculturales de esos dos versos, Quiroz asume que Trilce III se
organiza, pero yo digo, se des-organiza a partir de un pachakuti, porque
inventa/ presenta un mundo al revés. Mundo en el que los seres del caos y de la
oscuridad del uku pacha, mundo de abajo, que posiblemente han llenado la niñez
de Vallejo y sus muchas relaciones, dominan sobre los agentes del orden y de la
luz del hanan pacha, el mundo de arriba.
En la propuesta de Quiroz,
las “dobladoras penas” hacen referencia a los dichos condenados o entidades
quechuas que están asociadas al caos, pero que, el proceso de colonización hizo
que se produjera un acercamiento o una mezcla de los conceptos posiblemente
equivalentes de europeos y amerindios, lo que resulta en una aproximación de
las dobladoras penas a las figuras de las almas en pena, aparecidos, fantasmas,
todos estos, condenados. Es interesante la manutención de la idea de que los
muertos/condenados siempre regresan, sea como fantasmas sin cuerpo, sea como
muertos vivientes con cuerpo para PERTURBAR ESTE MUNDO.
Según Quiroz, en su
propuesta de ‘traducción’ de Trilce III, se hace un énfasis en la dimensión
corporal de estos seres que recorren el espacio (“por donde acaban de pasar”) y
que presentan una cierta capacidad vocal (“gangueando”), que podría aludir a un
habla gangosa o nasal. Tal materialidad acústica y ósea se complementaría con
el adjetivo “dobladoras”, que, en la lectura de Quiroz, enfatiza esta dimensión
de doblez, de curvatura en la columna vertebral, a un tiempo en que también puede
hacer alusión a eso, de que doblan las campanas, de que suenan a partir del
choque del badajo y de la parte interior de la campana.
Una de las cuestiones más
interesantes para mí, como interlocutora de la “traducción” de Quiroz tiene que
ver con el énfasis que elabora acerca de la condición de esos “condenados de
los Andes” sobre los que Vallejo creció escuchando y que asustaban a las
gallinas: son seres que no pueden morir y viven en una condición liminal entre
vida y muerte. Según Quiroz han llegado a tal lugar/situación por la infracción
de la ética comunitaria o porque sean víctimas de extrema violencia. POR ELLO
LA APARICIÓN DE LOS CONDENADOS ES SIGNO DE UNA DESESTRUCTURACIÓN DEL SISTEMA
MUNDO QUECHUA. Para Quiroz, dichas entidades, devienen agentes del caos que
perturban la estabilidad del cosmos e intentan trastocar el orden establecido.
Tales seres se relacionan a
la oscuridad o a este mundo de abajo, ya que emergen al mundo de aquí cuando se
replican las condiciones dominantes de la oscuridad en el espacio que habitan,
el uku pacha. Quiroz enfatiza que, en otros poemas, como en “Los dados eternos”
y “A mi hermano Miguel”, en su versión final e inaugural hay relaciones
establecidas por este mismo tema, ya que vallejo hace referencia a la figura
del condenado en “Hoy que en mis ojos hay candelas como en un condenado”, que
tiene que ver con este elemento quechua y su relación con tal sistema-mundo,
además de la referencia a otra figura, que él considera la divinidad sincrética
quechua católica, el ciego Santiago, que aparecerá en los Heraldos Negros como “el
moderno dios-sol para el labriego” en los versos: “Luce el Apóstol en su trono,
luego; y es, entre inciensos, cirios y cantares, el moderno dios-sol para el
labriego”, que Quiroz también relaciona a los versos últimos que componen la
primera versión de “A mi hermano Miguel”: “Dios llora un sol de sangre, como un
abuelo ciego…” indicando que estos importantes elementos en su “traducción”,
dios, sol y ciego (Santiago) serían elementos que eran trabajados por Vallejo y
estaban en su horizonte creativo. Este símil, dios como un abuelo ciego
reaparecería en Trilce III bajo la figura sincrética del ciego Santiago, que
es, a la vez, una divinidad católica y un moderno dios-sol, el ciego sol sin
luz, con que Vallejo puede pintar el crepúsculo, cuya oscuridad es necesaria
para que emerjan los condenados.
Levaduras (po)éticas (Suerda)
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